Opinión

Estupro sin estupor, violación sin repercusión

Por:Patricia Berdejo

Los rutinarios abusos sexuales a los niños, la explotación y el maltrato infantil y demás vejaciones, conducen a que ningún estamento social convoque a una protesta masiva para proponer un apapacho que alivie, aunque no cure. Replican la noticia, lamentan y acaso repudian el insuceso, como frívolos e indiferentes espectadores. Es más visible desatar una ola de elogios y comentarios por la compra de un automóvil, la visita a un restaurante ” keto” o deslumbrarse con unas protuberantes prótesis de mamas, que reaccionar con estupor al estupro o exigir repercusiones a las violaciones. 

Es ya casi visto como natural que padres y miembros del clan familiar graben los abusos y los difundan, bien para saciar su morbo o para comercializar este material oprobioso y degradante. No se divisa inmediatez en las órdenes de captura, comités que ejerzan funciones de control ni vigilancia, ni algún asomo de interés por parte de las autoridades y organizaciones competentes para darle un tatequieto a estas redes de psicópatas, que usualmente reciben el beneficio de casa por cárcel o condenas irrisorias si acaso se les imputan.

Desde Zeus transformado en cisne para acceder a Leda, la violación como un crimen de adulterio por parte de la mujer en el Código de Hammurabi, de la antigua Babilonia, tanto la creación de la Carta Magna Inglesa, como símbolo de la libertad y la condena al indonesio Reynhard Sinaga, acusado de violar a más de un centenar de hombres en el Reino Unido, hasta el encubrimiento de Juan Pablo II y el mutismo de  Benedicto XVI y el Papa Francisco, son hechos que pasan a la historia y que sus protagonistas cuentan, sin rendir cuentas sobre este flagelo, porque desde sus orígenes en todas las civilizaciones, las batallas han sido falaces y estériles en su misión de afrontarlo.

Colombia a la vanguardia en América Latina, como uno de los países con más índices de violaciones, leyes sin ejecución, crímenes sin castigos y jueces sin escrúpulos, acusa con inmediatez que la figura del Estado, del Instituto de Bienestar Familiar y de comunidades religiosas y establecimientos educativos que son escenarios de esta barbarie, realicen un trabajo mancomunado y eficaz para el desarrollo de estrategias, programas y adopción de políticas que blinden a los indefensos y vulnerables, de este atroz y abominable delito.

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