Crónicas

Matilde

“El cuento de Pepe”

Por: Pedro Norberto Castro Araujo 

“Cuando Matilde camina hasta sonríe la sábana”, autor: Leandro Diaz.

Gerolamo Filizzola  junto con los hermanos Víctor y José Filizzola Ferrari provenientes de Italia, inmigraron a causa de la devastación ocasionada por la primera Guerra Mundial, oriundos de la provincia de Rivello di Potenza, se embarcaron a finales del siglo XVIII en un buque de vapor en el puerto de Sicilia y luego de dos meses de navegación desembarcaron en La Guajira, cargados de incertidumbre pero con muchas esperanzas y la fehaciente fe en Cristo y la Santísima Trinidad, de salir económicamente adelante y la de forjar una familia en un territorio desconocido para ellos.

El apellido Filizzola sufrió variación por la facilidad de pronunciación Felizzola, su alta incidencia está en el norte de Colombia, dado que ingresaron por las costas en La Guajira dejando descendientes allí, en el Cesar, Santander y Norte de Santander.

Los esposos Pedro Joaquín Filizzola Luquez y Virgina Vásquez Baquero oriunda de El Plan (prima hermana del viejo Emiliano Zuleta Baquero) Se radicaron en la región del Espíritu Santo; de dicha unión nació una niña a quien al llevarla a la pila bautismal pidieron al sacerdote que la ungiera con el nombre de María Matilde.

María creció en un hogar cristiano, cargado de mucha alegría y felicidad, jamás dejó de sonreír, ello la caracterizaba: carismática, llena de amor y alegría. De su unión matrimonial con Miguel Canales Torres nacieron: Nuris, Virginia, Luz Miriam, Miguel, Nubar, María Concepción y Ricardo Canales Felizzola.

Miguel Canales, luego de departir en una modesta tertulia de cuatro días en la finca “Sierra Montaña” con Escalona, Toño Salas, Beltrán Orozco  y el viejo Emiliano, retornó a La Paz, bajo la mirada cómplice de sus vecinos, quienes estaban atentos a la bienvenida que le tenía María Matilde, quien eufórica por la prolongada ausencia de su esposo y quien al bajarse del Jeep en el que se movilizaba junto con sus compañeros de parranda, no esperaba que ellos fueran  testigos del imaginado y terrible desenlace que ocurriría al retornar a casa. 

En efecto al empujar la puerta, este la  sintió ajustada. María Matilde disgustada y en señal de protesta atravesó entre los marcos una tranca de carreto y prohibió a su prole abrirle a su papá. 

Migue, el ermitaño, y a quien el maestro Escalona sonsacó para que no volviera más a la montaña, decidido  en no regresar allá,  insistió  por varias horas rogándole a su señora hasta lograr conciliar con ella un pacífico acuerdo. Migue de rodillas jurò no volver a beber, con el perdón de su esposa y después de un opíparo y suculento desayuno decide irse a su dormitorio a descansar.

Relajado en su aposento siente  el  pito de un vehículo que se acercaba y el murmullo de sus familiares; era Ovidio Ovalle y su compadre Rafael Escalona, quienes habían regresado cargados de energía, decididos en continuar con la faena, al cruzar palabras con María, esta cumpliendo lo pactado negó a su esposo y les manifestó que no se encontraba.

Escalona le dice: comadre María lástima que el compadre Miguel no se encuentre, pasaba a invitarlo, se va a perder de una grata parranda vallenata en Codazzi, allí nos esperan Pepe Y Urbanito Castro, José Bolívar y Pipe Mattos, Luis Carlos y Alfonso Murgas, Raúl  Lafaurie y Manuel Céspedes. Mi compadre Ovidio y yo traemos una caja de wisky escocés que nos trajo de Curazao el compadre Mello Brito, Alcides Arregocés nos regaló  una puerca para freírla en chicharrón, Juvenal Paz a quien encontré donde Santa dándole serenata a Dina Lòpez,  me regaló varias horas de acordeón con el conjunto de Miguel Lòpez y Jorge Oñate. Jairo Becerra y Andrés también van, dígale que lástima, que será en otra ocasión.

Miguel, aturdido e incómodo, quien al escuchar las ofertas difíciles de rechazar de sus amigos y que al oírlas se le hacía agua la boca, no aguantó más  y salió de debajo de su cama donde  se encontraba inquieto y desesperado  por incumplir el pacto que horas antes había hecho con su esposa. Migue y tú y que no estabas ? preguntó Escalona;  No, si acabo de llegar, entré por el traspatio.  ¡Vamono! que la demora me perjudica. ?

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