Cuento

Josefina

“El Cuento de Pedro”

Por: Pedro Norberto Castro Araujo 

Nuestro padre Pepe Castro gozaba  de las canciones de Calixto, era fácil encontrar en el gavetero de su Jeep  casetes y álbumes de  todo el repertorio musical de este majestuoso artista. Su camioneta 4×4 era una discoteca rodante donde no se escuchaba cosa alguna sino las canciones del hijo de Valencia. A él, le  fascinaba la forma como  interpretaba el hombre del Sombrerón, Marilyn, la Reina del Espacio, Playas Marinas, la Medallista, El Remanga, la Ombligona, la Ñata y los Sabanales.

Saben que nuestro padre por naturaleza era un relator de historias, de vivencias propias y de anécdotas costumbristas  allegadas a él de oídas de cuentos narrados por personajes natos de los pueblos que él solía visitar. Convencido de su potencial, no le fue difícil convencerlo de que aquel patrimonio inmaterial de los pueblos de la provincia de Padilla podría perderse sino se compilaba adecuada y oportunamente en textos.

Con Josefina Castro Daza a la cabeza, dedicó parte de sus días a escribir historias, cuentos, columnas y crónicas. Él autodidacta por excelencia, era un ser inagotable no le importaba la fatiga causada por el  inclemente sol y después de una agotable jornada de vaquería en cualquiera de sus hatos, a su regreso siempre y en primera línea encontraba a Orleida, su secretaría quien lo esperaba en su oficina  de la embelesada casona de los Castro Monsalvo, distinguida por su majestuosidad y ubicada en una de las esquinas de la plaza Mayor la cual la hace más hermosa por estar adornada con una arquitectura colonial resplandeciente del siglo XVII.

Las  lecciones de comunicación aprendidas por Josefina en la Facultad de Periodismo de la Universidad Javeriana fueron el motor que impulsó a mi padre a lanzar su primer libro. Con sapiencia lo ayudaste a cristalizar el sueño de aquel ser que te amó más que a su vida.

Gratitud perenne por ese sentimiento loable hacia nuestro padre Pepe Castro. Inmaculada fuiste entregando todo tu ser a quien abnegadamente te amó, fuiste recíproca con él, tu dulzura lo hacía sonrojar. Cultivó y recogió de aquel amor que sembró en ti desde niña, nunca desagradaste ese sentimiento, eres digna de admiración, ejemplo a seguir, no en vano te quiso. Resplandecido obtenía mejoría cuando con cariño arrimabas a él.

Siempre has caminado con la frente en alto, tu sonrisa delata tu felicidad cómplice de tu buen temperamento. Contigo deuda perenne por amar a nuestro padre quien te quiso como a ninguno. Sigue brillando como girasoles abiertos al mundo irradiando alegría.

De seguro el cuento de Pepe  que más le gustaba era el del Ilusionista, refiriéndose al cazador quien en una noche de luna llena salió de cacería y al apuntar a su presa se puso a sacar cuentas alegres. Con el producto de la venta del silvestre animal que sacrificare con un disparo de doble cero en la frente “multiplicaré e invertiré su producido y seré  un hombre rico, tendré la mejor hacienda, las vacas más lecheras y la mejor mula de la provincia”. En su sueño el Ilusionista al taconear  con sus afiladas espuelas, el mular se espanta a tal punto que casi lo tumba, este se sostuvo de la silla, apretando  a la vez la rienda  como buen jinete y hablándole fuertemente al animal. Ante el grito, el venado que apuntaba se espantó y se esfumó por la maleza. Maldita sea mi suerte, tantas ilusiones de ser rico como Pepe Castro para que esta mula resabiá espantara a mi presa.

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