Opinión

La papaya tiene la culpa

Por: Roque Filomena

Ante la inseguridad manifiesta y la difícil tarea que enfrentan las autoridades, se hace imperiosamente necesario poner en práctica, cada día, mejores y efectivas estrategias que desvirtúen los riesgos de padecer este constante azote de atracos, robos, violaciones y estafas, cuyos tentáculos no solo perturban la tranquilidad sino que lesionan la integridad física y el bienestar de las personas comprometidas en semejante tragedia, que no solo proviene del ingenio del delincuente sino de la inocencia y el descuido de la víctima.   

“No dar papaya”. Esa parece ser la única opción que nos queda a los conductores y a los de a pie, porque el peligro está en todas partes y los atracadores no conocen de ley de discriminación, solo escogen a la víctima por la inseguridad que encuentran predispuesta a sus planes delincuenciales. 

Antes, los delincuentes se la dedicaban más que todo a las mujeres, que hoy no solo las atracan, sino que las violentan con acceso carnal y lo absurdo es que después de atracada y violada, la sociedad las declara “culpables” de su propia violación por usar minifalda y escotes sugestivos, por haber dado papaya. 

Pero sabemos que la embestida, sin descanso y con descaro, se ha extendido a todas aquellas personas que violan la “regla de oro” impuesta por los criminales ante la incapacidad y la lentitud de los sistemas de seguridad que han conllevado al ciudadano a ser presa fácil de un desesperado y agresivo movimiento delictivo, que, de irle bien a la víctima, y luego de pasado el susto, al menos le queda la experiencia de la vida para echar el cuento.

Es normal también que las autoridades te declaren culpable por dar papaya, por ir a pie y con el celular en la mano, por ir en bicicleta con el morral en el hombro, por ir en carro con el maletín visible en la silla del copiloto, por parar el carro al sentir un golpe en la parte de atrás, por comprar en los semáforos, por no viajar acompañado, por ir solos a retirar plata de un cajero, por montar con paquetes en Transmetro o en cualquier trasporte público, por hablar la niña o el niño con desconocido o por confiar en el conocido, por no saber diferenciar entre la estafa y eso bueno que no dan tanto. En fin, es lamentablemente notable que la convivencia ciudadana se ha visto obligada a estrechar, cada vez más, su espacio de libre accionar y limitarse a acatar las medidas que nos dictan, indirectamente, aquellos otros ciudadanos que viven a expensas de nuestro desafortunado descuido.   

Por ello, es importante adquirir un altísimo nivel de conciencia y solidaridad ante la magnitud del problema, para que todos los entes encargados de la solución adopten, con más de dos pasos adelante, las medidas preventivas que logren controlar estos desmanes, cuyos protagonistas tienen como objetivo adueñarse de lo ajeno y de nuestro miedo, aun a costa de la vida, con la “señora excusa” de la falta de oportunidades laborales o porque solamente lograron capacitarse en la escuela del delito o porque su vida ha sido traumática o infeliz en su desarrollo y crecimiento y tantos otros factores que inciden pero que a la vez requieren mayor atención y control a tiempo. 

El licopeno y la vitamina A presentes en la papaya nos ayuda a prevenir el envejecimiento prematuro, es muy útil para aumentar las defensas y nos protege de ataques cardiacos; sin embargo, esta fruta es la culpable de volvernos viejos antes de tiempo y vulnerables a los ataques de la criminalidad reinante, cuando la damos desprevenidamente.

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