Arte y cultura Opinión

“El último viaje del Demeter”

Por: Gonzalo Restrepo Sánchez

La complacencia de las buenas películas de terror no siempre nace de una impresión sobre lo imprevisible. Además, resulta divertido y lícita emoción, cuando las técnicas en el cine básicamente están impregnadas de un diseño de producción y efectos de criatura (tan admirable) como en “El último viaje del Demeter”. Además, en este contexto inicial, el regocijo no está en develar el final, sino en cómo llega la maldición a este barco en particular y su tripulación.

Y si logras acomodarte a la narrativa, de todos modos y hábilmente gracias a una dirección compacta, un elenco comprometido y un monstruo central que sigue atrayendo su atención; hay muchas más unidades dramáticas en “Demeter” que funcionan. No es la mejor película sobre Drácula que en la vida hayas visto, pero es un nuevo y emocionante giro del personaje —para los fanáticos del terror—, y de un viaje del que delirarán de haberlo hecho.

Este filme dirigido por André Øvredal está basado en un solo capítulo de la clásica novela “Drácula” (1897) de Bram Stoker, y es aquel que relata los diarios del Capitán Eliot, donde la historia se desarrolla a bordo de la goleta rusa Demeter. Entrando en materia, la primera media hora del filme funciona como presagio de lo que está por venir. Y a partir del instante en el que se muestra en qué radica el asunto, el dispositivo narrativo de la propia cinta subsiste afirmado a través de los muertos la verdad de todo.

Todos los que han leído “Drácula”, recordarán el tránsito oceánico desde Transilvania a Londres cargando cajas de tierra del castillo del Conde. El guión de Bragi F. Schut y Zak Olkewicz y otros colaboradores utilizan los sucesos del Capítulo VII y los amplifica. Si bien, se han cambiado muchos detalles (de cinco personajes a diez), los aspectos básicos de la trama continúan siendo los mismos. Una vez desvelado el primer giro de guion, el resto de la cinta es predecible, como las revelaciones de los crímenes que, progresivamente, van perdiendo ímpeto. Como la historia arranca en 1897, nada de roles de poder en las relaciones (y sobre todo para estas épocas de redes sociales), además, sus personajes para nada son empáticos.

En la mayoría de las veces, las películas de terror no plantean cosas y finales felices y “El último viaje del Demeter” no es ajena a ello. Con una atmósfera asfixiante, el filme —sin final optimista—agrega un manto de fatalidad. Y en este sentido, la película aprovecha al máximo dicha atmósfera y con imperecedera penumbra sin concentrar elemento gótico alguno. Además, la partitura de Bear McCreary acrecienta intranquilidad al asunto. Así que estamos básicamente ante un buen filme.

Por otro lado, “El último viaje del Deméter” envuelve la claustrofobia y la paranoia, forjando que el habitante de la sala de cine se sienta tan atrapado —y perseguido—como los hombres marinos que “Drácula” va eliminando uno por uno. Sobre este último punto (en el que se circunda el espectador) y subrayado aquí, vale explicar que verosímilmente es válido, ya que al fin y al cabo, estamos hablando de víctimas mortales y reales a manera del denominado “slasher” (un subgénero del cine de terror, aunque sin psicópata). Pero a nivel de su fuerza como filme de misterio, lo reitero: aprueba su puesta en escena.

Partiendo desde la base que estamos ante una nueva variante cinematográfica de “Drácula”, el director del filme Bear McCreary ha sabido jugar muy bien sus cartas para entregar la que podría ser su visión sobre el argumento, y sin estar especialmente destinada a generación alguna. Si bien, la película tiene algún inconveniente al final porque no hay una condición clara de ultimar la historia cuando gran parte de ella se aventura más allá de la trascendencia del viaje por el océano, es lo que a mi juicio deja cierta insatisfacción al espectador.

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