Arte y cultura Opinión

Luis Enrique Martínez, un músico de hacha y machete

En homenaje al centenario de su natalicio se realiza la edición 56 del Festival de la Leyenda Vallenata.-  El dos mil veintitrés 28 años de su partida hacia el más allá.-

Por:  Wilber Fábregas Molina.

Fotografías: Duvis Romero Rojas, Jhonny Pérez, Sebastián Martínez- Familia Martínez Argote- Discos Fuentes. 

Un merecidísimo homenaje póstumo a la memoria de  Luis Enrique Martínez Argote, ícono del folclor vallenato, ofrece en este año  dos mil veintitrés la Fundación  Festival de la Leyenda Vallenata, honrando su memoria con la realización de la versión 56 como homenaje al centenario de su natalicio y de paso la conmemoración de los 28 años de su muerte. 

Un maestro que con su nobleza y sencillez nos deja un legado de enseñanzas hechas canciones; la mayoría de su autoría y de connotados compositores, narradas con exquisitas relatorías, vivencias, costumbres de la gente de los pueblos del Magdalena, Cesar y La Guajira, varias de las cuales tienden a perderse, pero el interés y perseverancia de la gente, busca la forma de conservarlas remembrando sus temas como: “La Tijera”,“Cereteñita”,”Jardín de Fundación”, “El Pollo Vallenato”, “El Mago del Copey”, “El Gallo jabao”,”El Hombre divertido”. 

A pesar de haber nacido Luis Enrique, de origen campesino, en Los Haticos, corregimiento de Fonseca,  La Guajira, el 24 de febrero de 1923 en el hogar conformado por Sebastián Martínez y Anatividad  Argote, residió por muchos años en Santa Marta capital del Magdalena, allí se destacó por su espíritu parrandero, por la forma de tomar la vida, a la que amaba, especialmente desde que se unió a Rosalbina Serrano, la que conoció en El Copey, donde se casaron en 1.947 el mismo año en que se inició en este arte.

Nuestros abuelos apuntalaban con orgullo, que cuando alguien sobresalía con esfuerzo, esmero, que lo daba todo para hacerse sentir y alcanzar la gloria de lo que se proponía, manifestaban: “Se hizo a punta de hacha y machete” . Un honor que se llevaba la persona, al vencer todos los obstáculos que solían presentársele.

Esto fue lo que ocurrió con el connotado sexto rey vallenato quien desde muy joven laboró en actividades rurales y campesinas por la escasez económica de su familia, al tiempo que también mostraba su casta musical. –

– Vea usté! El pelao tiene madera, se hizo solo.-

Así dijeron los expertos, los veteranos en el arte musical, cuando “El Pollo Vallenato” a quien lo apodaron de esta manera por cariño, desde temprana edad dándose a conocer paso a paso, dejándolos atónitos con su sapiencia innata para componer versos en el estilo de merengue. 

Hombre sencillo, bondadoso y bonachón, las características más importantes en su personalidad, hasta el punto que le decían “ El pacificador” porque siempre e intervenía entre las discusiones de los músicos de la épocas para bajarles los ánimos que terminaban en un abrazo. 

Fue en una ocasión cuando su nieto Johnny Pérez, quien cumplía años, me lo presentó. Había una parranda en su casa por este acontecimiento, animaban los hermanos Manuel y Algemiro Rivaldo Oviedo oriundos de Bosconia. Me saludó con efusividad y con tono alegre me dijo: “Bienvenido a esta tu casa”.Esa era su forma de ser, sencillo y por eso tenía amigos por montones.

De izquierda a derecha, Wilber Fábregas Molina, Jhonny Pérez nieto del maestro Luis Enrique Martínez, Sebastián Martinez sobrino y Duvis Romero Rojas

Sebastián Martínez, su sobrino, que éste crió,  -casi hijo- porque desde que tenía 9 años se “le pegó a la pata”,( dicho popular), cuando una persona anda con otra para todas partes, hasta llegar a ser su sombra como lo hizo con él y posteriormente se convirtió en uno de sus músicos manejando con destreza la guacharaca. En su relato nos refirió muchos pasajes de la vida de este valor de nuestro folclor. 

Luis Enrique llegó con su señora madre y hermanos, a Fundación municipio del departamento del Magdalena a la edad de 18 años tras la separación de sus padres; aún no era músico. Solo sabía tocar maracas y redoblantes que aprendió en un conjunto de su progenitor.

Se dedicó a trabajar para ayudar a su familia como machetero en la finca “Las Raíces” del finado Francisco Sierra y como poseía  la vena musical de su padre Santander Martínez, en sus ratos libres, con un acordeón, “echaba unos “mochitos”, es decir; tocaba de a poquito algunas estrofas y el dueño de la hacienda lo escuchaba detenidamente.

En una ocasión en época de las fiestas patronales en Monterrubio el hacendado lo presentó y dijo que su trabajador podría hacer una exhibición de sus dotes artísticos, como un aventajado del ritmo vallenato y lo hizo porque en esa zona había un músico de apellido Vargas que solía presentarse con exclusividad en las placitas de los pueblos.

Un importante reto 

Efectivamente, el joven Martínez, con su agilidad tocaba el acordeón al tiempo que componía con agilidad mental una serie de versos y el músico experimentado Vargas, trataba de opacarlo, hasta que en una ocasión lo retó y Martínez aceptó exponiendo lo que sería su primer merengue que decía:

“Dime Vargas que te pasa

Dime que te está pasando

Siendo músico de plaza

No te veo desarrollando

Luis Martínez está tocando

Dicen que toca bonito

Porque va desarrollando

Como carro nuevecito”

Este acontecimiento se regó como pólvora y fue creciendo su fama de compositor y músico, sin dejar a un lado su labor en el campo. Posteriormente avanzó en esa actividad en la zona, limpiando en las cosechas de plátanos y guineos de la región.

Primer acordeón

El primer acordeón lo obtuvo el pollo vallenato en Fundación, donde un señor que era propietario de un kiosco, donde se rebuscaba en temporadas de fiestas haciendo sus enramadas para convertirla en caseta de pueblo, expendiendo toda clase de bebidas, a donde llegaban los músicos de la región a tocar y el mismo dueño tenía  como profesión reparar  instrumentos y venderlos. Cuando Luis Enrique le solicitó comprarle uno, éste se lo entregó completamente gratis a cambio de que el artista realizara unos toques como pago, él aceptó el canje.   

Posteriormente le tocó trasladarse a laborar como aserrador al municipio de Codazzi, Cesar sin dejar a un lado su accionar musical en sus ratos libres codeándose de vez en cuando con otros músicos de la talla de los veteranos Emiliano Zuleta “ El viejo” y Moralito, y pese a ello, no asimiló nada referente a la escuela de ellos; prefiriendo seguir su estilo propio y el de otro músico conocido como “Chico” Bolaño, oriundo de El Molino,  de quien aprendió mucho, porque su fuerte era el merengue. 

Abel Antonio Villa que conocía ya la fama de Luis Enrique Martínez, lo invitó en varias ocasiones a realizar giras por varios pueblos del Cesar y Magdalena, logrando hacerlo cada vez más popular, lo que el rey vallenato agradeció toda su vida la colaboración del veterano compositor y acordeonero, recibiendo de su parte sabios consejos que asimiló con facilidad y humildad.

De ahí se afianza el adagio popular de que la enseñanza adquirida por el cantautor, compositor y acordeonero fue conseguida a punta de “hacha y machete” lo que en realidad nunca negó porque para llegar lejos no la tuvo fácil y asimiló todo lo que pudo para llegar a ser otro grande de la música.

Y así se fue dando a conocer con su propia música, su estilo y los versos de muchas de sus composiciones: 

Oigan muchachos yo soy Enrique Martínez

Quien nunca tiene miedo si se trata de tocar (bis)

Luis Enrique el pollo vallenato

es candela lo que van a llevar (bis).

Con el correr de los años laborando como aserrador en Codazzi  se trasladó a vivir a El Copey, Cesar, donde en la década del 40 empezaría a realizar serenatas,  a participar en parrandas y piquerias de la población. Allí conoció a Juan Polo Valencia el hombre de “ Lucero Espiritual”.

 Dueño de un estilo característico para producir los aires vallenatos como el paseo y el merengue; confesó en muchas ocasiones haber nutrido tan dignificante arte como el de ejecutar el acordeón, de grandes maestros como el de Francisco “ Pacho “ Rada el hombre del tema conocido como “La Lira”, de quien le aprendió sus sones y los manuales del acordeón, mientras que asimiló mucho de la experiencia de los juglares Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta y “Chico” Bolaño, lo que quedó sentado en el libro “ Cultura Vallenata” del connotado autor Tomàs Darío Gutiérrez en la que también este célebre personaje confiesa haber conocido a “Francisco El Hombre”.

 “Nunca pensó en la muerte, pues amaba mucho la vida “Su mujer, hijos y nietos eran todo para él”. Las visitas de amigos eran permanentes y esto para Luis Enrique Martínez lo llenaba de satisfacción, orgullo y felicidad. “Las mejores regalías de su éxito “La tijera” las recibió del samario Carlos Vives dijo.

José Ceferino Nieves Orozco, en su anecdotario del Folclor Vallenato lo sostiene, que su aporte a la música vallenata radica en la innovación que dividió en dos la evolución de este ritmo; por un lado la agilidad sorprendente en la agitación del acordeón y por otro la agitación musical ataviada de adornos, notas brillantes, nuevos movimientos, giros y compases que lo convierten en un revolucionario que logra sacar al acordeón de la ejecución monorrítmica, lo  que logran posicionarlo en los años 50 por su genialidad con la creación de innovados pasos musicales dándole prestigio en este aspecto, tanto en lo comercial como en lo musical, porque sabía tocar, cantar y componer al mismo tiempo, una característica muy importante de un artista. 

La Leyenda Vallenata

Luis Enrique Martínez se coronó Sexto Rey Vallenato el 30 de abril de 1973 cuando fue escogido por el jurado con el respaldo del pueblo, después de haberlo intentado por varias ocasiones que no se dieron por diferentes motivos, entre ellas: en el Primer Festival, cuando se aseguraba que iba a ganar, fue derrotado por su compadre Alejandro Durán, ocupando el tercer puesto; año 1.968. En esa oportunidad triunfaron y lo hizo como aficionado Egidio Cuadrado, en Infantil Raúl “ El Chiche” Martínez, la canción Vallenata inédita fue de la autoría de Armando Zabaleta “ No voy a Patillal”.

 En el Segundo Festival, que también era el favorito, no se presentó por estar celebrando anticipadamente y ganó Nicolás “Colacho” Mendoza. Cuando por fin ganó tuvo una competencia reñida con Julio De la Ossa y Andrés Landeros; ejecutó los sones de la puya, el merengue y el paseo, haciendo vibrar de emoción a los asistentes a la Plaza Alfonso López, en la tarima “Francisco El Hombre.

Espere Segunda Entrega:

“ El Pollo Vallenato “, resultó     siendo todo un Gallo “

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