Opinión

Menopáusica por siempre

Por: Patricia Berdejo

Aún no me repongo del impacto de aquel intruso que años atrás me preguntó si yo era la madre de mi hermano mayor. ¿Asumir el rol o exaltarme por la franqueza de una realidad inexorable?

El asunto de envejecer es tan vergonzoso en nuestra sociedad como aumentar de peso, estigmatizante para nosotras, las féminas, en nuestra naturaleza más vulnerable al discurrir del tiempo, ni el espejito de la bruja de Blancanieves aparecerá para alentarnos.

Mens pausi o el cese de la menstruación con sus correlaciones físicas y fisiológicas, ese tabú al proceso de culminación de la edad fértil, el apocalipsis para las que rehusan acatar con donaire la lozanía que se va, el ocaso hormonal e insustituible, así la ciencia nos indique lo contrario, ese período que se cree transitorio, erradamente superado y que jamás termina,

menopáusicas, “_per saecula saeculorum_“ aunque nos resten años por vivir.

La vejez con todos sus achaques, como execrable lastre, que, con menosprecio nos enrostran los que vinieron al mundo unos años después, nos convierte sin sentido en blanco de burlas, reproches, insultos, ofensas, vejámenes, humillaciones, ultrajes, quizá el hazmerreír  y muchos otros agravios y desmanes, no solo por la decadencia del cuerpo sino por  nuestro pensamiento ya anacrónico, razonadamente, y regido por otros paradigmas, desde luego incomprensibles para las mentes de los novatos que, posiblemente, partan precipitadamente o imaginen en su insensatez que el tiempo les petrificará sin secuelas ni trastornos.

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