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Titi Rodriguez rumbo al centro de la cancha tras marcar de penal uno de sus dos goles de la fecha de la celebración de los 101 años de Junior

Titi remontó, Sambueza se enredó y los hinchas se dieron hasta con las butacas

Por: Carmelo Bolaño 

El estadio Metropolitano de Barranquilla continúa como escenario de juegos explosivos que solo el fútbol de Junior en esta era de Alfredo Arias sabe entregar. Mientras que en la cancha todo era drama, el carnaval se vivió en las tribunas y, hasta se formó un arroz con mango protagonizado por hinchas del Leopardo búcaro, se hicieron los “muy pingos” que entraron disfrazados al estadio y se mezclaron entre los junioristas durante mas de 50 minutos, hasta cuando la visita hizo el primer gol que fue cuando se despojaron de camisetas de Junior y mostraron su piel de Leopardo y se armó la gresca que no podía faltar. 

La Policía que estaba perdiendo con ese gol que le metieron los hinchas bumangueses disfrazados de tiburones, se percataron del irrespeto y de inmediato colocaron a los hinchas de visita en otra área al lado de la tribuna ocupada por rojiblancos. Bucaramanga celebró como si hubiera encontrado petróleo en la tribuna occidental, mientras el Metropolitano había quedado mudo, cuando esto ocurría llegó el empate desde los 12 pasos con zapatazo del “Titi”. 

Junior le remontó al Bucaramanga en un cierre de película y de paso, los hinchas de ambos equipos hicieron su propio partido aparte en las gradas, con menos táctica y muchas trompadas.

Pero si algo caracteriza al Junior es que cuando parece derrotado, se acuerda de que el Metropolitano pesa, y vaya que pesó. A tres minutos del final apareció Steven “Titi” Rodríguez, quien se puso la capa de héroe y con un penal empató la contienda. Y cuando ya todos estaban recogiendo los motetes, otra vez el “Titi” convirtió un segundo penal en el tiempo añadido, de nuevo contra Enamorado. El 2-1 hizo estallar la tribuna y dejó claro que en Barranquilla no se sufre en silencio: se sufre bailando, gritando y hasta tirando la camiseta.

Ahora hablemos de la peleas, pues bien, lo que se vivió en la cancha no fue nada comparado con la “lucha libre” que se armó en las tribunas. En la occidental alta, hinchas de Junior y Bucaramanga decidieron que lo suyo no eran cánticos sino los puños. El asunto fue tan subido de tono que por un momento la pelota dejó de rodar porque todos estaban pendientes de la novela que se transmitía en vivo: tiburones contra leopardos, pero sin árbitro ni VAR.

Las imágenes rodaron por redes sociales como pólvora: gente corriendo, camisetas de junior que vestían los falsos hinchas, salieron volando, y hasta un par de butacas terminaron siendo proyectiles improvisados. Todo un espectáculo alterno que, si fuera pagado, no habría alcanzado la boletería.

Y como si fuera poco, el banquillo tampoco quiso quedarse atrás. Tras el gol de la remontada, miembros del cuerpo técnico de Bucaramanga salieron a reclamar con más brío que sus propios jugadores. Los del Junior respondieron y ahí sí, el Metropolitano se convirtió en una pasarela de reclamos, empujones y frases que no pasaron por el filtro de “apto para todo público”.

Al final, Junior continuó como líder, Bucaramanga se fue como perrito regañado, y suerte si te vi… la hinchada se retiró con la garganta rota y algunos con el labio partido. 

El fútbol, ese invento maravilloso, volvió a demostrar que en Colombia es más que un deporte: es telenovela, película de acción y a veces, campo de batalla. Porque sí, Junior ganó con dos penales, pero las gradas y los banquillos nos recordaron que además del balón, en el fútbol también rueda el temperamento.

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