Los desafíos para los nuevos emprendimientos

Por: Enrique Antonio De Luque Palencia
La necesidad de subsistir ha sido una constante en la evolución del ser humano. Tanto teorías religiosas como científicas intentan explicar este proceso. Algunas sostienen la hipótesis de que descendimos de los árboles, que éramos cuadrúpedos, y que la escasez —una constante en la dinámica de la economía global— nos obligó a buscar en la tierra lo que ya era difícil de encontrar en las alturas. Esta situación nos impulsó a evolucionar, tanto morfológicamente como en términos de desarrollo cerebral, pasando de ser un organismo que simplemente siente, a uno que siente y razona. De esta capacidad de raciocinio emergieron las ideas, como respuesta para mejorar continuamente nuestra calidad de vida y bienestar.
Desde esta perspectiva, puede afirmarse que una idea nace como respuesta a la necesidad de satisfacer carencias, ya sean individuales o colectivas. Esta proyección, en esencia, es lo que hoy denominamos emprendimiento. Sin embargo, en la actualidad, esta palabra suele asociarse únicamente con la creación de un producto o servicio, así como con la consolidación de una empresa. Esto desconoce su verdadero origen: una idea para resolver un problema de forma asertiva, creativa e innovadora.
En efecto, emprender, innovar y crear hacen parte de la esencia del ser humano. Son elementos intrínsecos y naturales que han acompañado al hombre desde sus orígenes. No obstante, es cierto que, en el desarrollo de sus capacidades, habilidades y conocimientos, algunas personas logran destacarse más que otras, aspecto que merece otro tipo de análisis y evaluación.
Este planteamiento se refuerza con la definición de la Real Academia Española (2024), que concibe emprendimiento como la acción y efecto de emprender una obra. Esta visión se distancia de los enfoques de autores contemporáneos, quienes lo describen como la capacidad de crear algo nuevo, con valor económico o social. Según Kuratko (2021), el emprendimiento implica la búsqueda sistemática de oportunidades para innovar, combinando creatividad con acción estratégica para generar beneficios sostenibles (p. 34).
De igual forma, autores como Drucker (2006) sostienen que el emprendimiento puede entenderse como un proyecto de vida, en el que el individuo canaliza su energía para generar valor desde sus propias ideas. En palabras del autor: El emprendedor siempre busca el cambio, responde a él y lo explota como una oportunidad” (p. 55).
Ahora bien, ¿a qué se enfrentan hoy las nuevas ideas emprendedoras? En primer lugar, a un mundo profundamente globalizado, con mercados cada vez más competitivos e interconectados. Además, se enfrentan a un consumidor más informado, a los avances en inteligencia artificial, a desarrollos tecnológicos disruptivos y a marcos normativos derivados de tratados internacionales.
Asimismo, los emprendimientos deben adaptarse a una dinámica económica en constante evolución. Esta transformación no es reciente; siempre ha existido la necesidad de adaptación. Por ejemplo, nos hemos ajustado al cambio climático, a nuevas formas de comunicación —mediante redes sociales e inteligencia artificial— y a formas distintas de comercialización. No podemos olvidar que la capacidad de adaptación del ser humano facilitó el tránsito del trueque a los sistemas monetarios, y de allí a la economía digital actual, formalizada por diversas disciplinas y ciencias que estructuran la actividad empresarial.
En conclusión, los retos siempre han existido, existen y seguirán aumentando. Sin embargo, el ser humano, en su capacidad de adaptación, continuará evolucionando en el conocimiento, generando ideas (emprendimientos) que, a través de un proceso transformador, podrán convertirse en realidades mediante un recorrido emprendedor. Esta ruta exige creatividad e innovación para satisfacer necesidades propias y del entorno.
Somos seres racionales y pensantes. Todos tenemos la capacidad de emprender, somos por naturaleza creativos e innovadores. Sin embargo, no todos somos empresarios ni tendríamos por qué serlo. Lo importante es reconocer que emprender es una manifestación de nuestra capacidad de transformar el mundo a partir de nuestras ideas.
Adriana Hoyos machuca says:
Excelente