Opinión

Un embeleco 

Por: Enrique Antonio De Luque Palencia

El pueblo clama por justicia, por un cambio radical en el sistema. Se grita la palabra revolución, donde la libertad y la eliminación de la explotación de la clase trabajadora son los máximos objetivos. Se demanda el fin de la oligarquía y la salida armada se plantea como una posibilidad real. La lucha por un mundo sin clases sociales continúa. Se exige la expulsión del capital privado, y se reclama que todos tengan los mismos derechos y oportunidades en cuanto a educación y salud.

Aunque este anhelo de cambio es hermoso, hay una realidad que lacera y llena de luto a muchas familias. Los líderes del poder justifican su avaricia y ambición con la financiación de guerras y la obtención de beneficios para ellos mismos. El narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión, incluyendo la contratación estatal, son algunos de los crímenes que perpetran en nombre del poder.

La retención se ha convertido en una fachada del secuestro, y los crimenes de lesa humanidad son solamente una pequeña parte de todo el daño que se está causando. Y a pesar de todo esto, las víctimas no reciben respuesta  alguna les queda solo esperar o pagar. Es hora de liberar a los secuestrados, y de luchar contra la droga que envenena a nuestra juventud, y contra otras manifestaciones de violencia, como la extorsión.

La paz sólo es posible si se dialoga y si no se ensucian las manos con la sangre de otros. Si queremos un futuro sin viudas ni madres que esperan a sus hijos, sin montañas llenas de secuestrados y sin valles inundados en lágrimas por los desaparecidos, debemos buscar un cambio de conciencia y erradicar la corrupción y la sed de poder. Todos tenemos la capacidad de crear nuestro propio proyecto de vida, e ir por él de manera honesta y leal, con una visión clara y sin desear lo ajeno.

No debemos arrebatarle la existencia al prójimo, y debemos trabajar juntos para lograr la sostenibilidad social. Los adinerados que estudian en el extranjero, que tienen carros lujosos y mansiones, y el dinero a montón, no tienen derecho a vivir a costa de otros con discurso y diatribas acomodadas a beneficios individuales. No más embelecos, no más flojos que viven de los trabajadores.

Debemos avanzar hacia una sola sociedad, donde la paz y la armonía prevalezcan. Debemos dejar atrás cualquier expresión de violencia y luchar por la igualdad y la justicia. No debe haber más secuestrados, y debemos alejarnos de todas las apariencias del poder que nos alejan de la empatía y sensibilidad. Lo que necesitamos es compasión y determinación para crear el cambio que deseamos ver en el mundo.

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