Crónicas Destinos

San Juan del Cesar, de villa polvorienta a municipio de progreso y desarrollo 


Por : Lida Mendoza Orozco

Han pasado los años desde que un 24 de junio, Salvador Félix Arias fundara  un villorrio conocido hoy como San Juan del Cesar, municipio situado al sur de La Guajira. En 322 años el poblado ha sufrido cambios de todo tipo, su arquitectura, la cantidad de habitantes y el empuje de su gente, han traído consigo desarrollo social, económico y cultural.

En los primeros años de su fundación, los habitantes, en su mayoría campesinos, se dedicaban a la agricultura y ganadería, entre otros quehaceres como la albañilería y la carpintería, mientras las mujeres se quedaban en casa al cuidado de los hijos y las labores domésticas y los abuelos pasaban tiempo con los nietos contando historias y leyendas que sorprendían a los chicos. 

Casas de amplios patios, sencillas, donde los servicios básicos como la luz y el agua eran intermitentes, algunos días se podía disfrutar de ellos pero otros,  tocaba soportar el inclemente calor y cualquier cartón servia como abanico para aplacarlo; a falta de agua, también se cumplía con la costumbre de irse a bañar al río, que para nosotros siendo niños, era un deleite, disfrutábamos no solo del baño sino del hermoso paisaje natural de las montañas, el trinar de los pájaros y el compartir con los amigos. 

En esa época, todos en San Juan se conocían, entre vecinos y amigos se trataban como familiares, sin importar el distingo de clases sociales que en las primeras épocas de fundación del pueblo, se evidenciaba  entre las familias que vivían en el entorno de la plaza Simòn  Bolívar con aquellas que estaban fuera de ese círculo social, sin embargo, la convivencia era sana, primaba el respeto entre sus habitantes y aún pasando por encima de esas diferencias, se afianzaron lazos de amistad entre familias, que todavía permanecen.

Bañado por las aguas del entonces imponente río Cesar, San Juan era un pueblo pequeño, con un templo católico, un hospital, un mercado pequeño, un par de escuelas y colegios,  algunas pocas tiendas de barrio, el parque Bolívar y el Santander (hoy en reconstrucción), con calles aún sin pavimentar pero limpias, no había caos ni contaminación de ningún tipo. 

Las fiestas 

La celebración de carnavales en los barrios era llamativa, en los primeros tiempos, los bailes de encapuchados fueron la sensación, lo mismo que las parrandas de los adultos durante esas fiestas carnestoléndicas  y los encuentros entre los pelaos de los distintos barrios que se reunían a “pescar” al incauto que pasaba por las calles para arrojarle baldados de agua el martes de carnaval, eran costumbres sanas de los sanjuaneros; lo mismo que estrenar “pinta”  los 24 de junio día del santo patrono, los 8,24 y 31 de diciembre, fechas de reuniones familiares, donde también se compartía con los vecinos. 

Las costumbres aquellas 

Eran épocas de sana convivencia, los niños acostumbrábamos a jugar en la calle a la lleva, las escondidas, la peregrina, el quemao, las rondas infantiles en medio de la oscuridad con la luna como cómplice de las travesuras; en los hogares a la luz de las lámparas de petróleo, los padres se sentaban en mecedoras y taburetes en las terrazas contando historias o alguna anécdota para pasar el rato mientras se aseguraban del bienestar de sus hijos. 

Para Semana Santa se acostumbraba preparar y repartir dulces típicos, algunas familias salían de paseo, otras preferían quedarse y participar de las celebraciones religiosas. Los recuerdos afloran a mi mente cuando en esos tiempos de infancia junto a la familia y con un grupo de amigos de mis padres y sus hijos, partíamos en esas fechas en una caravana, felices a las playas cercanas, momentos que sirvieron para conocernos más y acercarnos en un círculo de amistad eterno. 

Llegaba diciembre y todo era alegría, eran las vacaciones, las novenas de aguinaldo que en esos tiempos se vivían de una manera especial. Cada día le correspondía a un barrio, sus habitantes se encargaban de dramatizar pasajes bíblicos donde los protagonistas eran los niños. Familias enteras salían cada tarde a las seis a disfrutar de estos “ arreglos”, así llamaban a esas estampas religiosas, donde las niñas se vestían de Virgen, los niños de San José y de pastorcitos y los bebés personificaban al Niño Dios, en medio de las luces de Navidad y los villancicos, todo era alegría. 

La noche del 24 era especial para los niños, que esperábamos despiertos hasta las 12 de la noche para  ir a la misa de gallo, donde también se dramatizaba la llegada del Mesías, haciendo bajar la figura del niño Jesús desde lo más alto de la iglesia; luego nos íbamos a a dormir esperando ansiosos el amanecer para descubrir los aguinaldos. 

En el pueblo también llegaban atracciones como las ferias, los pequeños circos  y “la ciudad de hierro” que disfrutábamos en familia. 

Fuimos creciendo siendo testigos del desarrollo y los avances del pueblo. A finales de la década del 70 San Juan del Cesar tuvo el servicio de luz de manera permanente, aunque han pasado los años siguen los problemas de agua potable, que solo llega por días a  los barrios.

Pero lo que sí causó revuelo en el pueblo fue cuando llegaron los teléfonos fijos que permitían llamadas locales y nacionales,  modernizando las comunicaciones que para ese entonces solo eran a través de cartas y telegramas. 

La frase “Todo tiempo pasado fue mejor” ha sonado repetitiva con el transcurrir de los años sobre todo para muchos que ya hoy somos adultos y tuvimos la oportunidad de disfrutar de bonitos tiempos en completa paz y tranquilidad en las calles polvorientas de nuestros pueblos.

Progreso y desarrollo 

Así se vivía en San Juan del Cesar, municipio del sur de La Guajira, donde nací, un pueblo pequeño que con el paso de los años y cómo debe ser, fue creciendo. Los padres se preocupaban porque sus hijos salieran a estudiar y se hicieran profesionales. 

Los profesionales que iban regresando a su tierra, se fueron empoderando para generar progreso y desarrollo, es así como se inicia una época de florecimiento del municipio, que convirtió a San Juan del Cesar en el más destacado del sur de La Guajira. Llegó el pavimento, la construcción de parques, de nuevas viviendas, nuevos barrios, nuevos establecimientos comerciales, una infraestructura hospitalaria de segundo nivel, nuevas clínicas, entre otros; también se creó el Festival Nacional de Compositores en esta tierra  donde los versos y canciones nacen silvestres, donde la musa llega sin pedir permiso. El municipio es cuna de grandes compositores que le han dado gloria al folclor vallenato. Así nació esta fiesta en esta población donde se le canta al amor, a la mujer, a las vivencias y costumbres. 

Con el paso de los años ya se vislumbraba un cambio en las familias que se estaban conformando. Las mujeres iniciaron un proceso de transición, y de ser amas de casa al cuidado de los hijos, llegaron a convertirse en mujeres que salían a trabajar para compartir los gastos del hogar con sus esposos sin descuidar sus labores domésticas y han hecho valiosos aportes al progreso y desarrollo del municipio. Así nacieron grupos como El Club de Leones y las Damas Voluntarias, muy respetados en la población. 

Los avances fueron dándose al tiempo que los jóvenes profesionales fueron tomando liderazgo y dando pasos seguros hacia un nuevo rumbo. 

Con el desarrollo llegaron a  San Juan familias procedentes del interior del país, paisas, santandereanos, tolimenses que con su empuje fueron creando sus emprendimientos, tiendas, heladerías, panaderías, supermercados, entre otros establecimientos comerciales que llegaron a competir con los locales. Hoy, los venezolanos se han asentado en esta tierra que le abrió los brazos a esta generación que llegó a este municipio en busca de nuevas oportunidades, como en otrora lo hicieran muchos sanjuaneros en el hermano país. 

San Juan fue creciendo en número de habitantes, ya no se conocen todos como en otras épocas, y eso a muchos les genera nostalgia; algunas familias se fueron a buscar nuevos horizontes en otras ciudades, otros sanjuaneros ya han partido a la eternidad; algunas viejas casonas se niegan a desaparecer y siguen allí dando testimonio de lo que se vivió  en otras épocas, mientras que otras viviendas que en su tiempo fueron de familias representativas, han sucumbido dando paso a modernos edificios donde funcionan hoteles, tiendas de ropa, entidades bancarias, restaurantes gourmets, droguerías, moteles, puestos de comidas rápida,entre otros novedosos establecimientos comerciales. 

La construcción de la represa del Río Ranchería que se logró con el paso de los años y  fue un hecho (a medias) en este nuevo siglo, se convirtió en solo promesas del gobierno nacional para acabar con esa problemática  sin embargo, los sanjuaneros como todos los guajiros, esperan que se ponga en funcionamiento para superar la falta de agua. 

Cambios sociales 

Con el crecimiento y desarrollo de San Juan, también se han formado nuevas generaciones, las han llamado nativos digitales, que llegaron con la era del computador, la internet y los celulares. La tecnología  se quedó entre nosotros para ofrecernos un nuevo mundo lleno de oportunidades para conocer, aprender pero también ha logrado distanciar a las familias,  que han dejado de compartir espacios ya que cada miembro, sin importar la edad, adulto, joven, adolescente o niño se sumerge en una burbuja digital con la mirada puesta en sus aparatos ( computador, tableta, celular), dejando atrás la integración familiar, propicia para la transmisión de valores éticos y morales de padres a hijos que también ha permeado a la sociedad sanjuanera. 

El municipio dejó de ser un villorrio y con los avances comenzaron a presentarse algunos fenómenos sociales  como la delincuencia, los robos, atracos, el abigeato, entre otros, que han generado intranquilidad entre sus habitantes y que hace urgente y necesaria la intervención de las autoridades para brindar seguridad a la población. 

El río Cesar se ha ido deteriorando, sus aguas ya no tienen el mismo caudal; sus pobladores, los alcaldes que han llegado a regir los destinos del pueblo y las autoridades ambientales se han quedado mudas, se han hecho los ciegos y sordos y poco han hecho ante la indiscriminada y cruel mano del hombre que lo ha atacado sin misericordia.

En el pueblo ha faltado sentido de pertenencia y cultura ciudadana. El sector del centro del municipio se volvió intransitable, hay un par de “elefantes blancos” que todos esperamos que se logren acondicionar y ser usados, el mercado público y la terminal de transportes, infraestructuras que están allí deteriorándose por el paso del tiempo y las acciones delincuenciales. 

El espacio público ha sido ocupado por vendedores ambulantes de todo tipo de productos, el mercado público es un lugar antihigiénico lleno de basuras, malos olores, contaminación auditiva y ni que decir del tráfico, que hoy está visiblemente afectado ante la cantidad de mototaxis y la falta de una autoridad que regule el tránsito o de medidas como semáforos que por lo menos ejerzan un control, estos entre muchos otros problemas, que ya son comunes en todo el país, pero no por ello deben dejar de ser analizados, tratados y superados por la dirigencia política. 

Muchos de los nacidos en San Juan del Cesar no olvidamos al villorrio que nos vio nacer, aunque no nos oponemos al progreso y desarrollo, a la evolución de la sociedad, hoy recorremos sus calles buscando huellas del pasado en algunas de sus calles, en sus fachadas, en la mirada de sus ancianos que sobreviven como si el tiempo no pasara, junto a esa Virgencita que se yergue imponente cobijada bajo la eterna luna sanjuanera, con la mirada puesta en el horizonte en la siempre tradicional calle del Embudo. 

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