Opinión

¡Liberemos a las aves!

Por: Patricia Berdejo

Científicos, biólogos y zootecnistas, afirman que todavía es objeto de debate y estudio el origen de las aves. Algunos aseveran que provienen de los reptiles y dinosaurios y disímiles teorías sobre su proceso evolutivo. La mayoría de ellas están dotadas de alas, plumas y empuje para volar, salvo algunas denominadas “ratites”, como el avestruz, el casuario, el emú, los pingüinos y muchas otras especies, ya extintas, su desplazamiento por vía acuática y terrestre en aras de subsistencia, no permite que se desarrollen a plenitud.

Colombia es uno de los países del mundo que cuenta con razas variopintas; se afirma que tenemos casi dos mil de estas categorías ornitológicas, superando a Brasil y a Perú.

Aves migratorias, de carroña, rapaces,  corredoras, gallináceas, zancudas, viajeras y pájaros. Las hay de grandes garras, de pico largo y afilado, de alas diminutas, otras las tienen cortas y robustas, esbeltas, pequeñas, de pico breve, existen también monocromáticas y hasta multicolores. Llaman la atención las endémicas o aquellas que solo nacen, crecen y se reproducen en un sitio específico, debido a las condiciones y al equilibrio del ecosistema de algunos lugares en particular. 

La costumbre de vieja data de criarlas y mantenerlas cautivas, ha ido en detrimento de su naturaleza que las concibe libres, voladoras en su mayoría y autónomas en la búsqueda de su sustento. Es común ver cómo las forzan a crecer en espacios y habitáculos angostos, hacinadas y hasta reproduciéndose con más de una pareja, por cuanto, en más de una ocasión, terminan asfixiadas, mal heridas, mutiladas y hasta muertas. No solamente las vulnera y las extingue el deterioro del medio ambiente, la polución, la deforestación y la sequía, sino la mano criminal y el espíritu impío de todo aquel desquiciado y malévolo que, sin razón, las manipula a su conveniencia, en insaciable actitud codiciosa, destructora, contranatural y en pos de sus intereses mercantilistas, sometiéndolas a encierros, concursos de canto, confinamientos y demás abusos y atropellos sin que la autoridades, asociaciones ni ningún grupo de animalistas, puedan ejercer el mínimo control sobre estas prácticas brutales. Si bien existen  parajes para su avistamiento, parques naturales y entidades que se encargan de preservarlas, es bien claro que la “ley” que prohibe que loros, periquitos, cotorras, cacatúas, guacamayos, tucanes, canarios, jilgueros, diamantes y similares, se adopten como animales domésticos, está muy lejos de aplicarse con la celeridad que amerita,  porque los mal encargados “buitres” de hacer y a su vez verificar que se cumplan estas legislaciones y se conviertan en vigías de nuestros recursos y propendan por la conservación de nuestra avifauna, únicamente se ocupan de picotear y depredar las arcas y presupuestos que el estado asigna para estas lides, para seguir acaudalando su fortuna y salvaguardando su “estirpe” de sibaritas y hedonistas exacerbados.

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