Opinión

Maestro Calixto “El Cuento de Pepe”

Por: Pedro Norberto Castro Araujo
Sentimientos encontrados de tristeza y alegría; vinieron a mi cuando visité el mausoleo del maestro Calixto Antonio Ochoa Campo en Valencia de Jesus, gracias a la fina invitación de su esposa Dulsaide Bermúdez, quien inmortaliza su recuerdo cada año para conmemorar su onomástico en el pueblo que lo vio nacer, llevando a su tumba paseos y sones vallenatos que le dieron fama internacional al maestro durante toda su vida artística.
Existe un repertorio musical de más de 84 discos de larga duración grabados por el maestro Calixto, la mitad de ellos con los Corraleros de Majagual y el resto interpretando canciones de su autoría a las que adornaba con picarescas melodías, dandole vuelo a sus imaginación y poniendo en ellas un picante de alegría aumentadas con la sabrosura de las notas de su acordeón.
Desde niño mi padre Pepe Castro me enseñò a degustar el sabor de la buena música, la de Calixto Ochoa. A mi edad no lograba entender por qué tan reconocido apego de mi progenitor por esas melodías. En silencio analizaba y me lo preguntaba. Mi padre como político y empresario fue un hombre inquieto, trabajaba sin parar de domingo a domingo, en sus largos trayectos nunca dejó de rodar en su pasacintas el cassette del ultimo larga duración de Calixto, eso lo entretenía, lo llenaba de emoción y alegría cuando iba al volante de un indestructible campero Toyota tan fuerte como un bulldozer y hecho por los japoneses para devorar carreteras.
Pepe Castro tenia una fijación especial por la música de Calixto y para el no existían otros intérpretes que en la época se encontraban de moda y sonando mucho por toda Colombia. Fue la época de oro de Rafael Orozco con Relicario de besos, de Diomedes Díaz con Diana, de Jorge Oñate con la Gordita y de Poncho Zuleta con Rosalbita.
Considero que mi papá fue el seguidor numero uno de Calixto, lo decía a boca llena, aumentando su ego al decir que lo vio crecer en Santa Rosa, una de sus haciendas, allí con Juan Arzuaga y María Almenarez, lo hicieron hombre al enseñarlo a enrejar terneros y a domar potros. Mi padre no era tomador pero en la kz las Margaritas en San Diego todos los años se apuntaba con varias boletas para escuchar a viva voz sus canciones y hasta sus aguardientes se tomaba. A sus 90 era fácil ver su Toyota pasar por Bosconia, empinando el pico hacia el sur en busca de tierras sabaneras para ir a echarse una cana al aire y almorzar en Sincelejo con su ídolo Calixto, amigo a quien acompañò hasta su última morada en Valencia de Jesús y quien partió hacia la eternidad un 18 de noviembre de 2015, a sus 81 años.
Diomedes Díaz fue el cantante que más obras le grabò al maestro Calixto, de allí su fama, el Cacique se convirtió en intérprete por excelencia para sacarle jugoso provecho a las mágicas letras que Calixto autorizaba imprimir en el acetato “ Por eso la plata que caiga en mis manos la gasto en mujeres, bebida y bailando”. “Se acaba la vida, se acaba el misterio cuando uno se muere ya no vale na, aquí vale igual un pobre pordiosero que el más afamado de la sociedad”.
Coincidencialmente otro de mis afectos descansa a los pies de Calixto, mi amigo William Rosado Rincones, fiel seguidor de Calixto y quien desde los micrófonos de Radio Guatapurí, con gran acierto y por muchos años, narrò en la edición cultural de los viernes “El Cuento de Pepe”, cuentos pictóricos de talla costumbrista de la autoría de mi progenitor José Guillermo Castro Castro. Hoy me doy el lujo de haber aprendido la dialéctica de mi progenitor, quien me enseñó a tomar la pluma para que en el presente no dejara apagar esta enriquecedora incitativa de tener la capacidad mental de lanzar al aire todos los fines de semana una nueva historia.
William Rosado tuvo el infortunio de haber sido devorado por el Covid – 19, alcanzò a exaltar la memoria del maestro en un libro titulado “ El Mundo de Calixto” engalanando en páginas de oro la vida y obra del maestro. Merecido reconocimiento a quien en vida compuso más de 1364 canciones, entre las que se destacan Los Sabanales, El Africano, El Hombre del Sombreron, Lirio Rojo, Remanga y Charanga Campesina.

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