Crónicas Destinos

En Atánquez resplandece la Santísima fiesta del Corpus Christi

Por Silsa Arias Martínez y Richard Leguízamo Peñate

El amanecer del jueves 16 de junio del año 2022 podría parecer normal en los contornos del Resguardo Indígena Kankuamo. En Atánquez, al filo de las 3:40 de la madrugada, propios y visitantes despiertan al compás de tambores, quienes entre niebla y frío, saltan al llamado de los capitanes de las danzas de los Negros – negritas, Diablos y Kukambas.

Cada año, desde el sábado previo de permiso a la Santísima Trinidad, antes que salga el sol y al ocaso del sol, danzantes o devotos de la tradición, armonizan cada paso, hasta el jueves de Corpus Christi. Para muchos, este día no sería igual a los dos años de pandemia, era la oportunidad de revivir la tradición y el pago de favores.

Y así era, los días previos a la esperada fecha, la comunidad de Atánquez,  Resguardo Kankuamo, distante a una hora de Valledupar, parecía un hervidero humano multicolor, donde prima el rojo, las flores y el verde de la naturaleza.

Gracias a todo el movimiento que implicaba volver a celebrar de manera ‘normal’ la tradicional fiesta del Corpus Christi, ritual religioso que antes de pandemia convocaba a una gran multitud en la mítica población enclavada en la vertiente suroriental de la Sierra Nevada.

La necesidad de cumplirle al Santísimo, o fiesta al Sol, es imperativa, jueves no festivo para los danzantes, quienes la mayoría han ofrecido la promesa de participar con gran devoción, danzando de espaldas y de frente al Santísimo, en la procesión o recorrido por las calles céntricas y empedradas del pueblo. Este año, “el sol fue benévolo, jugó a favor nuestro, complacido del reencuentro con el pajarito mayor”, recalcó uno de los capitanes de cuero curtí’o por su esencia y los años.

Cientos de atanqueros regresan año tras año, en esta fecha, que no la sustituye ni la fiesta decembrina. Al igual que entre el rio multicolor, se destacan hermanos de los pueblos Wiwa, Kogui y Arhuaco, al reencuentro con los hermanos Kankuamos.

Devoción milenaria

La celebración del Corpus Christi data del año 1208, y se atribuye a la religiosa Juliana de Cornillon, quien animó a sus compañeras a rendir culto en honor del cuerpo y la sangre de Cristo. Surgida en la Edad Media, se considera a la fiesta del Corpus como una consecuencia del florecimiento del pensamiento eucarístico del siglo XIII.  

Desde que los mayores de edad (promedio 80-90 años) tienen uso de  razón, en la población de Atánquez y toda la región Kankuama se le ha rendido culto al Santísimo Sacramento, devoción que llegó de la mano de la Iglesia Católica y la Corona Española, quienes además de desarrollar su ‘conquista territorial’, llevaron a cabo una labor evangelizadora que en muchos casos chocó contra las tradiciones espirituales propias.

El sincretismo se refleja en la devoción de los danzantes Negros – Negritas (aporte del Palenque de los negros), los diablos con espejos, máscaras y espuelas; así como el singular danzar del pajarito de las Kukambas, con su plumaje de ‘Dugao’ y penachos de plumas; y a la procesión del Santísimo (forma de sol) entre altares en todo el recorrido ancestral, desde, y hasta el altar mayor de la Iglesia San Isidro Labrador. Muchos a reencontrarse con Mamo Tutaka y la piedra de Manzanare.

Es muy común en el Resguardo Kankuamo observar como la tradición religiosa que encarna el Corpus Christi se va heredando a través de las generaciones. Niños, jóvenes, adultos, y hasta familias enteras participan de manera activa, en casi tres semanas de reencuentro de la vida y la muerte.

Muchos de los niños, adolescentes y jóvenes que toman parte en la procesión danzante recibieron el legado de su papá, abuelo, tío u hermano mayor, compromiso con el ‘Santísimo’ que no se puede dejar huérfano, so pena de recibir la disciplina que conlleva no cumplirle a Jesús Sacramentado por el favor recibido.

Tradición religiosa familiar

Son muchas las historias que se han tejido, y todavía se tejen, con respecto a la devoción de muchas familias Kankuamas por el Santísimo Sacramento. Muchas de ellas, nacieron en la época reciente de violencia que azotó al Resguardo Indígena Kankuamo durante las décadas de los 80, 90 y principios del nuevo siglo, y que pese a sentencias y autos de la Corte Constitucional, como el Auto 004, Medidas Cautelares y Provisionales de la Corte Interamericana de Derechos Humanos – CIDH, donde entre otras obliga a reparar y restaurar hechos victimizantes en los ámbitos espiritual y cultural, esta fiesta al Sol no cuenta con recursos estatales, es sostenida por los feligreses, los devotos que con fragor y sudor no dejan que la tradición muera.

En la actualidad, muchos de los jóvenes menores de 20 años y, puñados de niños en las tres danzas avizoran la perpetuidad de la tradición. Luego de danzar cada una en su orden en el Altar Mayor, a eso de las 12:00 m, bajo la guía de su capitán salen a visitar-danzar a sus hermanos caídos donde vivieron y dieron lo mejor por  la tradición; para regresar a las 6:00 pm al atrio de la plaza central.

Aquí no termina la celebración. El próximo jueves, u octava  de Corpus, se retoman los pasos, el río colorido pinta y refresca las piedras del Yacío, hasta danzar entre todos, única vez que danzan o entredanzan, en el Altar de la Piedra del Manzanare.

De modo que, se retomará la celebración al cierre del Corpus Christi el próximo jueves 23 de junio hasta partir a la Sierra; con la particularidad que en el presente año se “revitaliza la memoria al compás de la Muestra Audiovisual de la Sierra de Gonawindúa desde Atánquez”, porque se abonará la apuesta del Abya Yala de la celebración del nuevo año al ritmo  del sol, el Solsticio de Verano o Equinoccio, considerada la celebración mayor.

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