Arte y cultura Opinión

Misión imposible: sentencia final

Por: Gonzalo Restrepo Sánchez

La octava entrega de la saga, con un héroe como Ethan Hunt-Tom Cruise en pos de otorgar de realismo a unas películas cuyo argumento no podía ser más inverosímil. Pero, Cruise se deja el cuerpo entero en la cinta, literalmente, para que nos creyéramos que él es el insuperable ser humano que puede salvar al mundo, porque es el único que alcanza efectivamente a ejecutar sus acciones.

En este devenir de la industria cinematográfica y desde la quinta entrega, Cruise tiene a un compañero de viaje perfecto (el director Christopher McQuarrie), que desde que ganó su “Oscar” por el guion de “Sospechosos habituales”, su destino estaba sentenciado. Cruise apostó por él y logró que fuera el director que refrendaría su crédito dentro de la saga.

Confiando en ese deleite compartido por un cine que huela a pura acción, en esta oportunidad hemos visto un filme que en realidad son dos, y así lo intuimos en la proyección: “Misión Imposible: sentencia final”, y que es, tácitamente (aunque en Hollywood nunca se sabe) el cierre final y definitivo de la saga basada en la serie de televisión y que se estrena en nuestro país.

En asuntos más del lenguaje cinematográfico, la perfección de la composición en los planos generales del héroe Ethan Hunt-Tom Cruise, sin contrastar con esa pasión inherente por la acción. Tanto por su marco y objetivo como por su nervio y derroche constante, un lenguaje que justifica ese dinamismo de todos los planos (destacando el montador del filme Eddie Hamilton).

En efecto, la cámara nunca se “mueve” (otra cosa es emplazar) y de alguna manera, somete a “los modelos actanciales” en unos encuadres en cuyos marcos y disposiciones no limitan toda la profundidad de una perspectiva (tanto en los planos generales, como los medios o los primeros planos). La puesta en escena es pues de un rigor inclemente. Con planos trazados invariables y pasivos, la cámara espere al o los personaje (s) al término de su acción —como lo instruye la escrupulosidad de la planificación—, y es lo que esencialmente realza su predeterminación.

Por lo demás, un conflicto típico de un hombre que ve amenazado su entorno. En este contexto, los diálogos para nada prolongados, en una “supuesta lógica y cavilación”, y nunca convertidos en soliloquios para que nublen el argumento antes que aclarar.

No cabe la menor duda de que las intenciones del director son íntegras, pero, a menudo, el filme tiene que subrayarlas (sobre todo en la primera mitad del filme) en unos diálogos aclaratorios llenos de proposiciones. Hunt carga sobre sus hombros el personaje como el ineludible superhéroe del relato que empuja escena tras escena la cruz de su buena suerte. Por lo demás, un filme para entretener al gran público.

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