Un año más sin GIANROCCO

Por: Roque Filomena Angulo
Alteración de tiempos y sucesos
Vivimos en un mundo actual, sin una orientación segura y con los sucesos trastocados, donde se recomienda no salir a disfrutar del tiempo de la vida sino a detener la vida en el tiempo, ante inesperados y confusos hechos que alteran el orden ciclicamente establecido que rige normalmente la existencia humana.
Por las cosas que antes se sentía felicidad al obtenerlas, ahora se siente miedo de perderlas.
El trabajo que antes te realizaba ahora te virtualiza, la salud en lugar de sanarte te enferma. Los medios justifican el fin, el automóvil te maneja, la computadora te programa, la televisión te compra, el celular te observa.
Hasta hace algunos años, el que no debía nada a nadie, era un gran ejemplo de moderación y vida laboriosa, ahora el que no debe no existe sin una vida crediticia o empeñada al compromiso del diario trasegar.
Pero nos consuela tontamente saber que el mal es de muchos, porque toda la humanidad vive a crédito con las provisiones del planeta, sobrexplotando los recursos y comprometiendo los de las generaciones futuras.
Sin embargo, cuán doloroso e inconsolable es cuando las inclemencias de sucesos imprevistos quebrantan cronológicamente el orden natural y truncan inexplicablemente el futuro de una vida joven y prodigiosa al pasar, tempranamente, al plano inmóvil de la eternidad primero que sus amados progenitores, que solo encuentran alivio en el recuerdo de aquellos esplendorosos días orgullosamente convividos en la plenitud de la esperanza.
Como padres llegamos a visualizar ese tiempo justo del orden señalado, imaginándonos el sufrimiento que llegaríamos a causar desconsoladamente a nuestros hijos por nuestra terrenal partida hacia la morada del descanso eterno.
Pero hoy, después de diecinueve años sin GIANROCCO, nos asalta todavía la frustración y nos contrista profundamente ese adelanto a la inmortalidad infinita dejando amargas secuelas de angustia, una imaginación de futuro quebrantada, sueños esfumados, largas historias sin contar y muchas sendas sin recorrer, un potencial derrumbado, una ilusión precozmente apagada y un alma perpetuada en la memoria del Dios Todopoderoso, que nos da la fortaleza y consuelo para seguir transitando por los imperiosos caminos de la vida que, a través de sus días, nos traen plácidos y sanadores recuerdos de aquella bella existencia, con un pensamiento puro y un sentimiento profundo de paz interior y de alivio espiritual.