Opinión

Nuccio Ordine y Eduardo Pertuz tras las huellas de Gabo

Por: Patricia Berdejo

“Cuando un hombre muere, una parte de nosotros muere con él” (John Donne).

Meditación que inspiró el título del libro: “Los hombres no son islas”, del escritor Nuccio Ordine.

Ayer, partió Nuccio, e indefectiblemente, una parte de nosotros muere también con él: los que le conocieron y con él crecieron, los que le leyeron, los que nunca lo vimos ni con él crecimos y los que no lo leímos.

Es evidente, que, aunque no he estado inmersa en la obra de este humanista y reconocido filósofo y pensador contemporáneo,  la pude apreciar  someramente en videos, textos, comentarios y compendios examinados en la web y amén a las referencias de mi amigo Eduardo Pertuz, quien, en su pasión por las letras y en su hábil labor de difusor cultural, en el marco de la reciente Feria Internacional del Libro, hizo la gestión para que, este hijo preeminente de Italia, hiciera su primera conferencia en Colombia. 

Resonó en el Claustro de la Merced, la “viva voz” de su discurso arrollador, salpicado de vastos conocimientos de la obra de nuestro Nobel, con la presentación de su excelso libro: _La utilidad de lo inútil ._

El codiciado premio, “Princesa de Asturias”, le fué concedido, días después de que Nuccio traspasó las barreras de lo mágico para hacer realidad su sueño de pisar las calles polvorientas de Macondo, con la complicidad de Eduardo, anfitrión, camarada y guía,  felizmente perdido en el laberinto que inspiró el hijo del telegrafista. Allí, embelesado, paladeó mangos, exploró los territorios de Melquíades,  descubrió la singular belleza de Remedios y disfrutó de una aventura única, sin imaginarse, jamás, que “no viviría para contarla”.

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