Arte y cultura Crónicas

Tocaimo, donde el alma canta y se inspira

Por: Lida Mendoza Orozco

Por segundo año consecutivo le cumplí la cita a mi amigo John Murgas quien me invitó a conmemorar el natalicio 97 de Leandro Diaz  en el corregimiento de Tocaimo, la tierra que lo acogió como un hijo más, donde formó familia y donde se vistió de gloria ingresando a las doradas páginas del folclor vallenato. 

Llegar a ese encantador lugar siempre es un momento especial, no  solo te conectas con la naturaleza, el aire fresco y puro, la majestuosidad de la Serranía del Perijá, sino que te untas de cultura y folclor y sientes una necesidad de cantar a todo pulmón, las canciones del maestro Leandro Díaz como si desearas que apareciera de repente en alguna casa, en la entrada del pueblo o en las aguas claras del Río Tocaimo, que tantas canciones le inspiró a este inmortal juglar del folclor vallenato. 

El natalicio 97 de Leandro Diaz 

Río Tocaimo

Leandro Díaz Duarte nació un 20 de febrero de 1928 y  como dice su canción La Historia de un niño: “En la casa de Alto Pino se oyó por primera vez el leve llanto de de un niño que acababa de nacer .Y aquel niñito nació para aumentar la familia pero que grande dolor sufrió su madre querida. En una tarde serena, debajo’el azul del cielo se descifraba el misterio el niño tenía una pena”.

Y Leandro sigue cantando en sus canciones “Ay, yo nací una mañana cualquiera allá por mi tierra, día de carnaval, yo nací una mañana cualquiera allá por mi tierra, día de carnaval, pero ya yo venía con la estrella de componerle y cantarle a mi mal, pero ya yo venía con la estrella, de componerle y cantarle a mi mal ( Dios no me deja). 

Cuenta su hijo Ivo Luis, que Leandro llegó a Tocaimo a los 21 años y allí compuso su primera canción en honor a los tocaimeros, como una forma de agradecer la acogida que le dieron sus habitantes. Esta canción es conocida como el himno de Tocaimo, en su letra, el maestro  hace lo que es considerado el primer censo, mencionando una a una a las parejas que en esa época representaban a las familias que convivían en sana paz en ese tranquilo lugar, de las que hoy sobrevive Nina Ramos de 101 años de edad. 

Nina Ramos, el año anterior en sus 100 años de vida

En medio de la emoción que le produjo regresar al pueblo que abrió las puertas a su padre, Ivo destaca que el río Tocaimo que atraviesa la población también fue fuente de inspiración;  es que a pesar de su limitación visual, Leandro Diaz describía la naturaleza, los paisajes, las mujeres y la cotidianidad con tal precisión que todos comenzaron a admirarlo y respetarlo y a destacarlo como el compositor que escribe con los ojos del alma. 

El pasado 22 de febrero, Tocaimo se vistió de gala y en un ambiente festivo conmemoró el natalicio 97 en medio del júbilo de propios y visitantes que  desde hace cuatro años han regresado a la población, gracias a los esfuerzos del gestor turístico John Murgas, de la junta de acción comunal y la administración municipal, entre otras personas que han apoyado esta programación, como una forma de mantener vivo el legado musical de Leandro Diaz y de contribuir con el desarrollo económico, turístico y cultural del pueblo, que poco a poco ha ido creciendo y mostrando al mundo su riqueza. 

Sus habitantes son excelentes anfitriones, siempre dispuestos a contar las historias de la vida del juglar y hacer placentera la estancia del turista. 

Durante el acto de conmemoración del natalicio del maestro se recordó su vida personal, sus luchas, sus carencias y la resistencia del “Cardón guajiro” que lo llevó con su talento y perseverancia a traspasar fronteras y a ser reconocido por las letras de sus canciones que aún se siguen cantando con emoción. 

En su momento, el maestro Rafael Escalona reconoció el extraordinario talento de Leandro Díaz y lo destacó como “el ciego que compone  y canta distinto, le canta a la mujer, a la naturaleza, al verano, a la primavera, con un léxico diferente a los demás compositores”. 

En medio de la programación del natalicio, en la plaza del pueblo se ofrecieron productos artesanales desde café hasta miel de abeja pura y artículos tallados en madera. Los invitados y turistas aprovecharon para hacer compras, contribuir con el desarrollo económico de la población, mientras disfrutaban al ritmo de la música de acordeón  bajo los frondosos árboles que rodean el kiosko Los Tocaimeros , y de  la exquisita comida ofrecida en el hostal “El reposo de Leandro”. 

El pueblo tiene su sello personal que fue creciendo gracias a la bionovela que se hizo sobre la vida y obra del gran juglar, dándole la oportunidad de ser conocido y despertar el interés de la gente por visitarlo. 

Hoy los tocaimeros se sienten orgullosos, felices, porque el gran juglar Leandro Diaz logró inmortalizar a esta población donde el alma canta y se inspira. 

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  1. Patricia Berdejo says:

    Hermosa historia de un juglar de un corazón más claro que las aguas del río Tocaimo, Gracias @Lida Mendoza por mostrarnos este precioso terruño. En una ocasión escuché al maestro cantar para unos carnavales y recuerdo que su inspiración me trajo el llanto.
    ¡Me encanta saber que compartimos fecha de nacimiento!

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