Arte y cultura Crónicas

Tejiendo legados: de Eufemia Vásquez a Karina Gutiérrez Acuña

Por: Yarime Lobo Baute 

Tejedora de Versos /Artista/ Arquitecta / Escritora

En Valledupar, donde el vallenato abraza el alma y el río Guatapurí murmura secretos, Eufemia Vásquez brilló como un lucero en la penumbra. Fue la primera mujer en cruzar las puertas del concejo municipal, un bastión de voces masculinas. Con paso firme, desafió el silencio, tejiendo un tapiz de justicia y equidad. Sus palabras eran acordes, sus decisiones versos que resonaban en las calles de adobe, llevando esperanza a las mujeres que, como ella, soñaban con alzar la voz. Eufemia, pionera, sembró en el Cesar un faro de valentía, un legado que, como el viento que mece los totumos, se enraizó en el corazón de su tierra.

Décadas después, en ese mismo Valledupar que guarda los ecos de su abuela, Karina Gutiérrez Acuña, recoge esos hilos invisibles y los transforma en mochilas. No son solo bolsos; son poemas cosidos con aguja, lienzos de colores que narran la resistencia de una tierra y sus mujeres. Cada puntada de Karina lleva la memoria de Eufemia, la que abrió caminos como quien desbroza la selva para que otros avancen. Sus mochilas son una simbiosis entre la fuerza matriarcal wayúu y arhuaca, dos mundos que se entrelazan en hilos de sabiduría ancestral. Karina complementa esta herencia con adornos que enaltecen la tradición femenina de tejer el pensamiento de Mujer, cada detalle un canto a la intuición, la resiliencia y la creatividad que las mujeres han bordado por siglos.

Eufemia y su nieta Karina

Eufemia fue un faro en el concejo; Karina es un telar en su taller. La una habló con leyes, la otra con artesanía. Pero ambas, abuela y nieta, dialogan en el idioma de la perseverancia, de las raíces que no se quiebran. Las mochilas de Karina no son solo un emprendimiento; son un puente entre el pasado que Eufemia conquistó y el futuro que Karina teje. Cada bolso lleva el peso de un sueño colectivo, el latido de una mujer que dice: “Aquí estamos, tejiendo el mañana”. En Valledupar, donde el acordeón llora y ríe, Eufemia y Karina son dos notas de una misma melodía, un canto de fuerza que resuena en los hilos de la memoria.

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  1. Karina Gutierrez Acuña says:

    Quiero agradecer profundamente a Yarime Lobo, por haber hecho visible y palpable ese lazo tan especial e inquebrantable entre mi abuela y yo. Desde que nací, siempre existió un hilo invisible que nos conectaba: un amor silencioso, pero firme, que nos sostuvo mutuamente en cada etapa de la vida.

    Mi abuela siempre me vio con ojos de fuerza. Cuando se enfermó, o cuando me casé, me decía que yo era una berraca, que nada me quedaba grande. Su manera de reconocer mi temple era también su forma de decirme cuánto me admiraba. Ella era mi eje, y yo giraba alrededor de ella. Su presencia era mi centro.
    Cuando partió, me sentí sin órbita. Como si el mundo dejara de tener dirección por un momento. Pero aceptando con fe la voluntad del Señor, he seguido adelante, llevando con orgullo su recuerdo y su amor. Me queda el consuelo y el gran honor de haberme podido despedir de ella. Y sobre todo, la certeza de que ese lazo que nos unió jamás se ha roto… ni se romperá, ni siquiera ahora que ella habita en el cielo.

    Gracias por honrar ese vínculo eterno. Gracias, Yarime, por hacer visible lo que el alma ya sabía: que entre ella y yo, el amor trasciende la vida.

    Con todo mi corazón,
    Karina Gutiérrez Acuña

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